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LA PROVINCIA.- Rafael, el grancanario que resistió 14 horas en el mar en un caso que recuerda al de Layonel Ramírez

Rafael, el grancanario que resistió 14 horas en el mar en un caso que recuerda al de Layonel Ramírez

El fotógrafo Rafael Giraldo pasó 14 horas en el mar cerca del Castillo del Romeral hasta que logró agarrarse a una piscifactoría

 
De fondo, una reconstrucción del suceso en el documental. A la derecha, Rafael Giraldo en el hospital tras ser rescatado.

De fondo, una reconstrucción del suceso en el documental. A la derecha, Rafael Giraldo en el hospital tras ser rescatado. / LP/DLP

La Provincia

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Las Palmas de Gran Canaria02 OCT 2025 16:51
Actualizada 02 OCT 2025 19:35

El fotógrafo Rafael Giraldo cuenta en el documental Desahogo su historia. En 2016 pasó unas 14 horas a la deriva en altamar, cerca del Castillo del Romeral, en un episodio que recuerda al reciente caso de Layonel Ramírez, rescatado el pasado miércoles a 15 millas al suroeste de Arguineguín tras permanecer día y medio en el agua.

 

Giraldo recuerda cómo empezó todo. Había ido al Castillo del Romeral invitado por un amigo a comer. Terminó antes y apenas había bebido un vaso de agua cuando le apeteció dar un paseo. “Algo me llamaba más allá, me decía que me metiera un baño”, cuenta. Y así lo hizo.

“Vi muchos peces, un banco de peces chicos. La curiosidad me hizo acercarme”, rememora. “Me agarré a una boya pequeña, pero me hundía más, tragaba mucha agua”. Sin darse cuenta ya estaba en mar abierto, lejos de la costa. “Vi a lo lejos una falúa del tiempo de Jesucristo. Pensé que eran pescadores que venían a socorrerme… pero desapareció”.

Aunque lo buscaban, la suerte no estaba de su lado en esos primeros momentos. “Vi helicópteros y luces de policía buscándome, pero lo hacían cerca de la orilla. Un helicóptero pasó cerca y no me vio”.

Con el atardecer encima, tuvo que mentalizarse de lo que le esperaba. “Me mentalicé de que iba a tener que pasar toda la noche en el mar. Era imposible que me localizaran”.

Siguió nadando, pero pronto se dio cuenta de que el mar le “había traicionado”. Nadaba en círculos. Recuerda que lo hizo, a ratos, durante unas 12 horas. “Tenía fe en el Señor, me hice el Cristo y me dejé llevar por la corriente”.

 

Hubo un instante en que sintió rendirse: “Me dejé hundir lentamente… una fuerza que no sé de dónde salió me subió para arriba”, explica. Desde entonces no volvió a dejarse caer, aunque llegaron los dolores. “Imaginad un calambre por todo el cuerpo durante horas. Nunca había gritado tanto por el dolor”.

Estuvo dos horas y media en posición fetal, “aguantaba tragando agua, pero resistía”. Hasta que, al amanecer, la suerte cambió. “Cuando estaba comenzando a amanecer, y volví a ver lo que me rodeaba, me pareció distinguir una estructura. Me acerqué como pude. Eran las jaulas de una piscifactoría del Castillo del Romeral. Me costó llegar, pero logré subirme y agarrarme”.

Allí permaneció sin saber cuánto tiempo. “No tenía reloj. Sólo veía el cielo que se aclaraba más. Pudo ser veinte minutos, o media hora, o una hora”. Hasta que finalmente, sobre las 9.15, un helicóptero de Salvamento Marítimo lo vio. Luego llegó una embarcación que lo recogió con dificultad por el frío y el agotamiento. También intervinieron en su búsqueda Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Local y Protección Civil.

En declaraciones posteriores a LA PROVINCIA desde el Hospital Insular, donde estuvo ingresado por fuertes dolores en brazos y piernas, resumía: “Estoy en la gloria, tras todo lo que he vivido durante esas doce horas solo en el agua. Tuve mucho dolor, frío y sufrimiento. Esta experiencia no se la recomiendo a nadie”.

Durante aquella larga noche, asegura que lo sostuvo la fe. “Dios, y Dios es amor. Sé que estaba Jesucristo conmigo, en esa lucha entre la vida y la muerte. La fe me ayudó a superar este sacrificio de más de doce horas en el agua. Recordé durante tantas horas que hay que ser humilde. Nadie es más que nadie”.

Reconoce que tuvo miedo, pero también agradecimiento: “Gracias a Jesucristo, y a los demás, estoy a salvo. Es de bien nacido ser agradecido”.

Rafael Giraldo tenía entonces 58 años. Fotógrafo de profesión, había trabajado en un centro comercial de Puerto Rico, en Mogán, donde sacaba fotos con loros a los turistas. Nacido en Barbastro (Huesca), criado en Córdoba y residente en Gran Canaria desde hacía más de treinta años, vivía en El Tablero, en San Bartolomé de Tirajana.

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